Juan Andreu
Un gramo de experiencia… Una mañana, de hace ya algunos años desperté con un pensamiento…”quería practicar yoga”. En principio esto no tiene por qué ser extraño, sino fuera porque no conocía a nadie que lo practicara en mi entorno, entre otras cosas. Como en esa época no existía la oferta que hoy tenemos tuve que recurrir a algo que para muchos será desconocido, “las páginas amarillas”. Un listín telefónico en papel donde se anunciaban los profesionales de todos los oficios. Tuve la suerte de encontrar un centro de yoga, así que, llamé y me dispuse para ir a una clase de prueba y experimentar aquello de lo que no sabía nada. Ante la extrañeza de mi profesora (ella misma me lo confesó años más tarde) la conclusión de ese primer contacto fue mi decisión de ir a clase todos los días. Así que de lunes a viernes y durante muchos años seguí con mi práctica regular con profesoras diferentes disfrutando de los matices que cada una de ellas me aportaban. Sin más intención que sentir y dejarme llevar por la práctica. Más tarde y sin ningún planteamiento personal previo me pidieron que diera clases. Eso eran palabras mayores para mi pues no había hecho ninguna formación y solo contaba con mi experiencia. Pronto comprendí que detrás de esa nueva forma de ver el yoga había una gran responsabilidad. Así que empecé un camino de aprendizaje teórico que fue dando cimientos a mi práctica. Un aprendizaje duro, muy duro, con miles de horas de estudio, con alegrías y muchas decepciones. Y con el reconocimiento de que el aprendizaje no tiene final. Y aquí estoy, he logrado entender que tan solo soy un aspirante a practicante de yoga y que al final lo que me gusta transmitir en mis clases es mi propia experiencia.
Pepa Martínez
«No sé qué era mi vida antes de pisar una esterilla. Lo he olvidado. Recuerdo que siempre navegué, que flirteé con el mundo del teatro, que me licencié en Humanidades y que, desafortunadamente, no pude dedicarme a la investigación universitaria. Dejé Madrid tras siete años sobreviviendo como una pirata de la educación y las letras para aterrizar de nuevo en el mar de mi infancia y preguntarme: ¿qué hago aquí? El yoga me dio la respuesta: armonía, equilibrio y belleza, pero sobre todo, me enseñó a rendirme ante este prodigioso espectáculo que es estar vivo. Seguir aprendiendo y poder transmitir los inmensos beneficios de esta disciplina física, mental y espiritual: éste es mi único propósito». Desde que realizó el curso de Formación de Profesores de Yoga Realign (200h RYT) con Amanda Dee en 2016, Pepa ha ido profundizando en diferentes estilos de yoga (Vinyasa, Flow, Yoga terapeútico, Hatha 1 y Hatha 2), impartiendo más de 700horas de enseñanza en diferentes centros, talleres y clases privadas en Murcia y Alicante. Siempre desde una aproximación biomecánica y fisiológica, enfocándose obsesivamente en la partitura corporal como primera y máxima expresión de lo que somos: «Tomar conciencia de nuestro cuerpo es esencial: el trabajo sobre la esterilla a través de la correcta ejecución de las asanas es el primer paso, sentir con la mente y querer estar presente. Poco más»
Lucía Andreu
«Para mí, la práctica de Yoga se sintetiza en la palabra «volver»; algo muy parecido a la sensación al volver a casa tras llevar un tiempo viajando. En ocasiones, una casa patas por hombro, que necesita un poco de atención para hacerse un lugar más habitable, pero que; con cada momento de práctica, cada respiración, se va transformando en un espacio donde poder soltar, observar y vivir, dentro y fuera de la esterilla, con el corazón siempre caliente.» Tras formarme como profesora de Vinyasa Hatha Yoga con Yogamayga (400h), inicio la aventura de continuar aprendiendo también al otro lado de la sala. En las sesiones de Vinyasa Hatha Yoga, pretendo llevarte por secuencias fluidas, suaves y fortalecedoras, que te permitan llevar conciencia, respiración y espacio a cada parte que te conforma.»
Cristina Muñoz
Recuerdo perfectamente el primer día que asistí a una clase de yoga y no me refiero a los detalles o a las asanas sino a la profunda sensación que causó en mí. Fue un enamorarme, consciente y radical. Han pasado varios años desde entonces y el sentimiento permanece, esa sorpresa inicial sigue en constante y sorprendente evolución. Así es mi práctica: curiosa e integradora. Al estructurar mis clases, doy gran importancia a la fase de preparación física, buscando lograr una sesión donde acción y relajación estén equilibradas. El yoga me ha enseñado a ser consciente de las infinitas conexiones de nuestro cuerpo, de los lazos que hay entre lo físico, la respiración, la mente y lo espiritual. No hay elementos excluyentes o superfluos, todo es pura coordinación y sincronía. Me he formado como profesora de Hatha Yoga en la Escuela Yogamayga (certificado European Yoga Alliance 500 horas, promoción 2017-19) y soy asidua practicante de meditación zen, estando autorizada por mi maestro Pedro Vidal (escuela Zaike Zen) para iniciar a otras personas en la práctica de este tipo de meditación. Hoy sigo formándome e investigando, deseando compartir en mis clases lo que voy aprendiendo.
Fina Mompeán
Para mí, yoga es conectar conmigo misma, una forma de escucharme y conocerme. El yoga me ha enseñado a preguntarme “por qué” y el porqué de ese “por qué” y a ir más allá de la respuesta. Yoga implica PROFUNDIZAR siempre, no quedarnos solo en lo superficial, ya sea una postura o en la cara que mostramos al mundo. Profundizar en la exploración del movimiento y ver que siento en cada momento, dejando que el cuerpo hable y escuchar lo que quiere decir, es ir hacia dentro y nos lleva con nuestras emociones y sentimientos. Yoga es indagar por conocerme a mí misma, por estar cada día más cerca de lo que de verdad siento y aprender a moverme, actuar y relacionarme con el mundo desde ese lugar tranquilo. Me inicié en el yoga hace bastante tiempo ya. En mis primeros años tuve la oportunidad de practicar con diversos profesores, todos me aportaron y me enseñaron algo. De entre ellos, me siento especialmente agradecida a Juan Andreu, en sus clases experimenté un sentimiento profundo hacia el Yoga, descubriendo su poder de intensa transformación interior. Por ese cambio que sentí dentro de mí, decidí hacer la formación para profesores con la escuela Yogamayga (400 horas), quería avanzar más y hacerlo con solidez. Hoy me doy cuenta de que sigo en el principio del camino, y que lo espiritual y físico no son mundos o compartimentos estancos, están unidos y no acaban en una formación o en mil formaciones. Hay que seguir aprendiendo, trabajando y profundizando, si queremos sacarle el máximo provecho a esta experiencia llamada “vida”.
Raquel Montesa Bernet
Me dedico a enseñar Lengua y literatura en un instituto de Murcia pero intento (repito: intento) practicar yoga dentro y fuera de él. Para mí, la práctica empieza en el momento en el que dejas tu esterilla, esa mañana que llegas tarde a una reunión, ese día en que las cosas no te salen como esperabas o justo en el momento en el que alguien o algo hace que tus planes se tambaleen. Entonces es cuando pongo en práctica todo lo que aprendo en la esterilla: “no soy imprescindible, por ir más rápido no lo haré mejor, si las cosas se presentan de esta manera voy a ver cómo mantener mi postura firme, soy yo quien mantengo la calma…”. Y descubro que me queda muchísimo más por aprender y practicar. Tanto que quiero compartir lo que voy descubriendo, por si a alguien le puede ser útil. Llevo 13 años con esta práctica. A día de hoy, como alumna de las clases de la noche de mi maestro Juan Andreu en la Escuela Santhosa. Me he formado como profesora de Vinyasa Hatha Yoga (400 horas) con Yogamayga y, como lo mío es intentar ir más despacio, mi camino ha ido dirigiéndose a la práctica y enseñanza de Yoga Restaurativo, con certificado de instructora especializada (50 horas) de la Escuela Internacional de Yoga y certificado de entrenamiento en el Método Puja Nivel I (25 horas) impartido por Sue Flamm. Actualmente, sigo dando clases de lengua y literatura e intentando (repito: intentando) practicar y aprender cada vez que salgo de la esterilla. ¿Te unes?
Laura Fernández
Después de muchos años como practicante de Aikido sentí que había completado una etapa. Busqué un cambio a algo físicamente diferente pero donde igualmente estuvieran implicados la concentración en el momento presente, la consciencia corporal, la respiración y la elegancia. Empecé a practicar Yoga en Dublín, donde vivía por aquel entonces. Con el tiempo, me centré en una práctica autodidacta más minuciosa que, a la larga, derivó en experimentar con la familia y amigas todo lo que aprendía. Era gratificante transmitir y ver el impacto que, en su medida, causaba en cada uno de ellos . Una cosa llevó a la otra y, finalmente, me decidí a dar un paso más y formarme como profesora. Es algo que cuando uno viene del mundo del Derecho, en principio, no entra en los planes pero dejé fluir lo que sentía. Para mi el Yoga es algo transformador a nivel físico y mental. Es aquello que me da herramientas para saber cómo llegar a una mayor calma interior, seguridad, a aceptar las cosas tal y como son pero dándoles un enfoque positivo y a disfrutar más aún de los pequeños momentos. Básicamente, a parar y ser capaz de observarme por fuera y especialmente por dentro para conocerme mejor y poder manejar las distintas situaciones de la vida alineando así mente y cuerpo. Me he formado como profesora de Hatha Yoga en Escuela Internacional de Yoga (400h) y soy alumna asidua de Santosha.